Quien ha transitado el desafiante camino de una tesis de grado sabe que escribir no es solo un acto mecánico. Es un proceso de pensamiento, una responsabilidad ética y una forma de construir conocimiento. En este contexto, la claridad no es un lujo ni una opción estilística: es un imperativo. El lenguaje académico, aunque técnico, no debe convertirse en una barrera para la comprensión, sino en un puente entre la idea y su lector. Cuando ese puente está mal construido, aparecen las ambigüedades, y con ellas, el riesgo de malinterpretación, confusión y pérdida de credibilidad.
¿Qué entendemos por
claridad académica?
La claridad en un texto
académico es la capacidad de comunicar ideas complejas de forma precisa,
ordenada y comprensible. No se trata de simplificar en exceso, sino de evitar
la opacidad innecesaria. Como señala Umberto Eco en Cómo se hace una
tesis, “el que sabe, se explica bien”. La claridad, entonces, es un
reflejo de la comprensión profunda del tema por parte del autor.
Un texto claro permite
al lector seguir el hilo argumental sin esfuerzo, identificar las ideas
principales, y comprender la metodología, el marco teórico y las conclusiones.
Cuando esto no ocurre, la escritura cae en lo que podemos llamar “niebla
académica”: un uso excesivo de tecnicismos, oraciones demasiado largas,
estructuras gramaticales complejas y una ausencia de conectores lógicos.
Ejemplo
real:
Texto ambiguo: “Se puede
interpretar que los resultados influyen en la percepción de los participantes
dependiendo del contexto”.
Texto claro: “Los
resultados muestran que, en contextos con presión social alta, los
participantes tienden a modificar sus respuestas, lo que afecta su percepción
del experimento”.
Las ambigüedades: el
enemigo silencioso del rigor académico
Una ambigüedad es una
forma de vaguedad que permite más de una interpretación. En los textos
académicos, esto es peligroso porque la ciencia exige precisión. Las
ambigüedades pueden colarse en diversos niveles del discurso:
a)
Ambigüedad léxica
Ocurre cuando una
palabra tiene más de un significado. Por ejemplo, “modelo” puede referirse a un
marco teórico, a una representación matemática o a un ejemplo de conducta.
b)
Ambigüedad estructural
Se presenta cuando la
organización gramatical de la oración da lugar a dobles interpretaciones.
Ejemplo: “Analizamos las respuestas de los
participantes con ansiedad” puede significar que los participantes
tienen ansiedad o que los investigadores estaban ansiosos.
c)
Ambigüedad referencial
Surge cuando no queda
claro a qué se refiere un pronombre, una categoría o una fuente.
Ejemplo: “Se observó un cambio significativo en
el comportamiento, lo que sugiere una evolución en el fenómeno”. ¿A
qué se refiere “lo”?
Cada uno de estos tipos
puede entorpecer la comprensión y debilitar la credibilidad del trabajo. Un
lector confundido deja de confiar en el texto y, por extensión, en el autor.
La claridad como acto
de responsabilidad investigativa
Una tesis no es un
ejercicio privado. Es un documento público que contribuye al saber colectivo.
Por eso, el autor tiene la responsabilidad de garantizar que lo que dice pueda
ser entendido y replicado por otros investigadores. Como afirma Cassany (2006),
“la escritura académica es un proceso de colaboración intelectual que
trasciende al autor individual”.
Cuando un texto es
ambiguo, no solo es ineficaz: es injusto con el lector. Imagine a una
investigadora que necesita replicar un experimento descrito de forma ambigua.
¿Cómo sabrá si su metodología coincide? ¿Cómo confiará en los resultados?
En este sentido, evitar
ambigüedades es también un acto ético. Es un compromiso con la transparencia,
la replicabilidad y el respeto por la comunidad científica.
Estrategias para
escribir con claridad y precisión
Lograr un texto claro
requiere atención consciente. Aquí presentamos estrategias concretas para
evitar ambigüedades y fortalecer la claridad.
a)
Planificación del contenido
Antes de escribir, es
fundamental organizar las ideas. Una estructura clara desde el inicio ayuda a
mantener la coherencia.
Herramientas
útiles:
·
Mapas
conceptuales
·
Esquemas
jerárquicos
·
Índices
tentativos
b)
Uso preciso del lenguaje
Evite sinónimos
innecesarios si alteran el significado técnico. En ciencia, “hipótesis”,
“suposición” y “proposición” no son equivalentes.
Consejo: Mantenga un glosario
personal de términos clave con definiciones operativas claras.
c)
Frases cortas y activas
Las oraciones largas
suelen generar confusión. Prefiera estructuras sencillas y en voz activa.
Ejemplo:
Pasiva: “Los
datos fueron analizados mediante una regresión logística”.
Activa: “Se
analizó los datos con una regresión logística”.
d)
Revisión colaborativa
Leer en voz alta y
compartir el texto con personas ajenas al tema puede revelar ambigüedades
ocultas.
e)
Uso de conectores lógicos
Ayudan a guiar al
lector: por
tanto, en cambio, asimismo, sin embargo, es decir, por ejemplo.
f)
Evitar sobrecarga terminológica
Usar tecnicismos solo
cuando son necesarios. Explicar el término al introducirlo es un acto de
cortesía académica.
Analogía
útil:
Escribir sin aclarar tecnicismos es como
invitar a alguien a una comida exquisita y no darle cubiertos.
Ejemplos prácticos de
transformación textual
A continuación, se
presentan transformaciones reales de oraciones ambiguas a expresiones claras.
Ambiguo |
Claro |
“Se
utilizó una técnica que permite observar con más detalle.” |
“Se
utilizó la microscopía electrónica de barrido para observar con mayor detalle
la superficie celular.” |
“Los
resultados muestran efectos significativos.” |
“Los
resultados muestran un aumento del 12% en la retención de información en el
grupo experimental, con un valor de p < 0.05.” |
“Esto
sugiere que el proceso fue exitoso.” |
“La
presencia de productos cristalizados en el 95% de las muestras sugiere que la
síntesis química fue exitosa.” |
El lector como
protagonista: conectar desde la claridad
El texto académico no
debe ser un monólogo; debe ser un diálogo con el lector. Y ese diálogo solo
ocurre si el mensaje es comprensible. Aquí es donde la claridad cobra una
dimensión emocional: el lector se siente cuidado cuando el autor se esfuerza
por ser entendido. Se siente parte del proceso.
Historia
real:
Sofía, una estudiante de psicología, contaba
que durante meses sintió que no era “suficientemente inteligente” para entender
los textos de su área. Solo después descubrió que muchos de ellos estaban mal
escritos. “Cuando leí un artículo claro y directo, entendí que no era yo el
problema. Era el lenguaje.”
Este tipo de
experiencias son más comunes de lo que parece. Escribir con claridad no solo
mejora el contenido, también empodera al lector.
Claridad en la
selección y uso de fuentes bibliográficas
Uno de los espacios
donde más ambigüedades se filtran es en la selección y presentación de
referencias. Por eso, es esencial:
a)
Citar con precisión
Evitar ambigüedades
como “Diversos
autores sostienen que…”. ¿Cuáles autores? ¿En qué año? ¿Con qué
evidencia?
Correcto: “Según Díaz y López
(2019), el uso de rúbricas aumenta la percepción de equidad en la evaluación.”
b)
Evitar referencias desactualizadas
Una tesis debe basarse
en fuentes vigentes y reconocidas. Referirse a un autor clásico está bien, pero
no debe ser la única base.
c)
Explicar la relación entre fuente y argumento
No basta con citar: es
necesario integrar la cita al argumento.
Ejemplo
pobre:
“Según
Moreno (2005), la motivación es importante.”
Ejemplo
claro: “Moreno (2005) destaca que la motivación
intrínseca, especialmente en contextos educativos, es clave para sostener el
aprendizaje autónomo. Este enfoque se alinea con el objetivo de esta tesis de
fomentar estrategias autorreguladas.”
Conclusión
La claridad en el texto
académico no es solo una cuestión de estilo, es una condición necesaria para el
pensamiento riguroso, el respeto por el lector y la validez del conocimiento
producido. Evitar ambigüedades no se logra por accidente, sino a través de
decisiones conscientes en cada etapa del proceso de escritura.
Una tesis clara no es
aquella que usa palabras difíciles, sino la que permite que ideas complejas se
comprendan sin esfuerzo. Como un buen mapa, un texto académico debe guiar con
precisión, eliminar la confusión y llevar al lector a destino: la comprensión
profunda.
En un mundo saturado de
información, la claridad no es solo una virtud: es un acto de generosidad
intelectual.
Bibliografía Consultada
·
Cassany,
D. (2006). Afilar
el lapicero: Guía de redacción para profesionales. Barcelona:
Paidós.
·
Eco,
U. (2007). Cómo
se hace una tesis. Barcelona: Gedisa.
·
Salazar,
P. (2012). Redacción
académica: claridad y coherencia. México: Fondo de Cultura
Económica.
·
Rincón,
D. y Martínez, A. (2019). Escritura científica sin dolor.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
·
Swales,
J. y Feak, C. (2012). Academic Writing for Graduate Students.
Michigan: University of Michigan Press. (Traducción al español: “Redacción
académica para estudiantes de posgrado”, Editorial GRAO).
·
Díaz
Barriga, F. (2005). Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida.
México: McGraw-Hill.
·
López
Yepes, A. (2004). La investigación en documentación: fundamentos, metodología
y técnicas. Madrid: Síntesis.